Historia De Los Calendarios

Historia de los Calendarios

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Algunos Conceptos Astronómicos Previos:

Los diferentes sistemas de calendarios varían según los fenómenos astronómicos en los que estén basados. Podemos distinguir, así, dos principales tipos: los calendarios solares y los lunares.

Si atendemos al tiempo que tarda la Tierra en completar su trayectoria de traslación alrededor del sol, entonces hablamos de año sideral o sidéreo. Es el año propiamente dicho o verdadero, y su duración es de 365,3062 días solares medios, esto es, 365 días, 6 horas, 9 minutos y 10 segundos.

Pero todo calendario solar está fundamentado en el año trópico. Un año trópico es el tiempo que transcurre entre dos pasos consecutivos de la Tierra por el equinoccio vernal (23 de Septiembre) o el de primavera (21 de Marzo). En ambos días, la línea que separa la zona iluminada del planeta de la que no lo está pasa por los dos polos, por tanto coincide con un meridiano. Los rayos del Sol son perpendiculares al ecuador y la duración del día y la noche son idénticas.

El tiempo que separa dos equinoccios del mismo tipo es de 365,2422 días, es decir, 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos. Su duración es, por tanto, unos 20 minutos menor que la del año sideral, que se debe al desplazamiento hacia el oeste del punto del equinoccio.

Además del solar, existen calendarios lunisolares que asignan al año la misma duración, pero en los que la división de los meses va de acuerdo con las fases lunares. Tienen un mes variable que permite realizar los ajustes necesarios de modo que, tras completarse un determinado ciclo de tiempo, el año comience en las mismas circunstancias astronómicas. Entre los calendarios lunisolares, encontramos el chino, israelita, indio, maya, y el propio calendario eclesiástico.

Los calendarios lunares están basados únicamente en las rotaciones y fases de la luna. Un año lunar (tiempo que tarda nuestro satélite en completar doce revoluciones sinódicas, es decir, doce fases lunares completas) supone 354 días, 8 horas, 48 minutos y 36 segundos. El año se suele dividir en 12 meses de 29 ó 30 días, totalizando 354, por lo que se deben hacer ajustes similares al conocido sistema de los años bisiestos. El más extendido de los calendarios lunares es el musulmán, que se tratará más adelante.

Orígenes del Calendario:

Del latín ‘calendarium’, a su vez de ‘calare’ (= llamar, convocar), viene a designar el sistema de cálculo y división del tiempo que una cultura o civilización ha ideado. En la antigua Roma, las ‘calendas’ eran los primeros días de cada mes, en los cuales se convocaba al pueblo para anunciar la fecha en que la luna entraría en su primer cuarto. De este dato dependía la forma de numerar los días y cuáles serían los festivos.

La historia del calendario es fascinante y compleja, y siempre ha estado ligada a la creciente necesidad del hombre por poseer un sistema exacto de división y cómputo del tiempo. Esta necesidad también ha estado siempre estrechamente relacionada con las costumbres religiosas.

Así, en las civilizaciones más lejanas de nuestros días los verdaderos calendarios no aparecen hasta el momento en que la clase de los sacerdotes es responsable de la regularidad de las celebraciones religiosas periódicas. Al principio, los calendarios estaban basados en las fases lunares, en clara relación con la mitología. Así mismo, los calendarios de celebraciones religiosas contribuyeron de manera importante en el desarrollo de la Astronomía, al ser necesario un mayor conocimiento de la trayectoria y situación de los cuerpos celestes.

El Calendario en las Civilizaciones Antiguas

Egipto

Fijaron su calendario hacia el año 3.000 a.C. Basado en los ciclos lunares, al principio su año constaba de 360 días divididos en tres estaciones: inundación, invierno y verano, cada una con cuatro meses de 30 días. Posteriormente, introdujeron el año de 365 días, dividido en 12 meses de 30 días más cinco días suplementarios.

Babilonia

En el 2.000 a.C. los babilonios poseían ya un calendario lunar de 12 meses, cuya duración, excesivamente breve, fue regularmente corregida por un mes más.

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Calendario Azteca


Civilización Azteca

Los conquistadores encontraron entre los pobladores mexicanos un calendario doble: el primero era de carácter ritual y tradicional; el segundo, civil. El sistema ritual (tonalámatl) comprendía 260 días, repartidos en 13 grupos de veinte días. Los días de cada grupo llevaban nombres que aludían a animales o fenómenos naturales, como caimán, viento, agua, temblor, flor, etc. El año civil (xiutlalpohualli) comprendía 365 días, de los cuales 360 se denominaban con los nombres propios del tonalámatl, y 5 que se agregaban sin valor ritual, por lo que eran llamados días inútiles (nemontemi).

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Calendario Lunar Maya


Civilización Maya

El calendario maya era también dualístico. El año sagrado (tzolkin), de 260 días, coexistía con el año civil (haab), de 365 días. Éste contaba con 18 meses de 20 días y un mes adicional de 5 días. Este calendario era mucho más exacto y complejo que el utilizado por sus vecinos aztecas.

Civilización Peruana

Escasas y dudosas son las fuentes sobre el cómputo del tiempo en el Perú antiguo. El Inca Garcilaso dejó escrito que “contaron los meses por lunas, de una nueva a otra, y llamaban al mes Quilla, como a la luna. Dieron los nombres a cada mes, contaron los medios meses por la creciente y menguante de ella, contaron las semanas por los cuartos, aunque no tuviesen nombres para los días de la semana”. Lo que sí parece seguro es que el año inca comenzaba con la ceremonia de renovación del fuego (mosoc nina), en la que un sacerdote encendía un fleco de algodón con los primeros rayos de sol utilizando un espejo metálico. Pero, al margen de las fechas religiosas, hay poca evidencia de que tuvieran un año civil.

Israel

El calendario israelita era lunisolar. Los años comunes se componían de 12 meses lunares de 29 ó 30 días, en total 354 días. Los 11 días de diferencia con el año solar se compensaba con los años embolísticos (aquéllos a los que se les añadía un mes cada dos o tres años para compensar el retraso producido). Así, los años del calendario hebreo podían tener 353, 383, 354, 384, 355 ó 385 días. La Pascua era siempre el día 15 del mes Nisán, el mes de las espigas y los nuevos frutos (final de marzo y principios de abril). Probablemente al calendario de hebreo le debemos la semana de siete días, quizá en alusión a los siete días de la Creación según el Génesis o, como otros apuntan, en referencia a los siete planetas conocidos por los pueblos de la Antigüedad. Un último dato, cada 7 años los hebreos celebraban uno sabático en el que dejaban descansar la tierra tras seis de cultivo; y cada siete sabáticos, uno jubilar (del latín iubilare=dar gritos de júbilo [por no trabajar], de ahí también nuestro concepto de jubilación).

El Calendario Musulmán

El calendario musulmán es puramente lunar. Su año tiene 12 meses, con 354 ó 355 días. La relación entre este calendario y el nuestro es, por tanto, la proporción que existe entre un año lunar y uno solar: 33 años musulmanes (lunares) equivalen a 32 occidentales (solares).

La fecha de partida del calendario islámico se sitúa en el 16 de Julio del año 622 de la era cristiana, conmemoración de la hejira, huida, según la historia, peregrinación según el étimo, que llevó a cabo el profeta Mahoma desde la Meca a Medina. Fue un viernes de luna nueva.

El día comienza a la salida del sol, no a medianoche. Los doce meses de que se compone el año comienzan con la luna nueva, con 29 ó 30 días alternativamente. Los 354 días del año no se corresponden exactamente con el año lunar, sino que es inferior en 8 horas y 48 minutos. Para equilibrar esta diferencia, en cada período de 30 años se establecen once de 355 días.

Al no coincidir el año lunar con el trópico o solar, el calendario mahometano está en perpetuo desacuerdo con el occidental. Para reducir fechas de uno a otro se emplean tablas especiales si se requiere un cálculo exacto de días.

El Calendario Romano

De la misma forma que nuestra propia lengua es evolución del latín, también a la cultura Romana le debemos el calendario que actualmente es vigente no sólo en España y todo Occidente, sino también en casi el mundo entero. Al primitivo calendario de diez meses instituido por Rómulo, fundador de Roma, fueron añadidos por el rey Pompilio Numa los meses de Enero y Febrero. Esto sucedía hacia el año 700 a.C. Así, hasta la época de Julio César, el calendario romano era de 12 meses que empezaban con el mes de Marzo, de forma que los meses de Septiembre a Diciembre eran los séptimos a décimo respectivamente. En total, 355 días, a los cuales se les añadía los 10 días de error cada cierto tiempo, de modo casi arbitrario.

El Calendario Juliano

La gran reforma del calendario romano la auspició Julio César, aconsejado por el astrónomo griego Sosígenes, en el año 46 a.C. Con esta reforma se crea un calendario prácticamente idéntico al que actualmente conocemos y utilizamos. Para compensar todo el adelanto acumulado con respecto a la realidad climática, se intercalaron tres meses con 90 días y se reguló el año solar de 365 días y un cuarto, creando el año bisiesto de 366 días, con un día más en Febrero, que repetía el 24 ó sexto día (bis sextus) antes de las calendas (primer día) del mes de Marzo. Según el calendario juliano eran bisiestos todos los años divisibles por cuatro. Pero con respecto al año solar o trópico, todavía se producía un error de un día cada 128 años, es decir, 11 minutos y 9 segundos por año. El último! gran cambio que esta reforma produjo fue la fecha de comienzo del año, que se fijó el primero de Enero, en vez del primero de Marzo como hasta entonces estaba establecido.

Pese a que el calendario juliano era básicamente correcto, la intercalación de los años bisiestos se hizo equivocadamente hasta la época del emperador Augusto, quien debió suprimirla durante quince años para reanudarla de manera correcta a partir del año 8 de la era cristiana. De esta forma, los años 0 y 4 d. C. debieron ser bisiestos, mas no lo fueron por decreto del emperador.

El Calendario Gregoriano (actualmente Vigente)

Como es fácil deducir, procede su nombre del Papa Gregorio (Gregorio XIII), pontífice boloñés que ocupó el solio romano desde 1572 hasta 1585. Accediendo a una petición del Concilio de Trento, y con el asesoramiento de los astrónomos Luis Lilio y Cristóbal Clavins, reformó una vez más el calendario estableciendo la regla actualmente en uso para la determinación de los años bisiestos. Adelantó además 10 días el calendario, declarando el 5 de Octubre como si fuera el 15 de Octubre de 1582, lo que quiere decir que hubo 10 días en nuestra historia que jamás existieron.

Para conseguir un calendario aún más exacto que el juliano, se decidió que los años seculares (años últimos de cada siglo) no fueran bisiestos si los dos primeros números que lo componían no eran divisibles por cuatro. Así por ejemplo, 1700, 1800 y 1900 no fueron años bisiestos a pesar de que debieron serlo según la regla general del calendario juliano que establece uno cada cuatro años. Por el contrario, 1600 sí lo fue, y el 2000 también lo es.

Con estas modificaciones, el calendario actualmente en vigencia implica aún un error con respecto al año solar de 1 día, 4 horas y 48 minutos en 4.000 años, o, lo que es lo mismo, 25,92 segundos por año. Para que se entienda con un ejemplo cotidiano, si en el día D del mes M en la ciudad C nosotros actualmente vemos salir el sol a la hora H, los nietos de nuestros nietos, 138 años más tarde, verán aparecer el astro rey en la misma ciudad el mismo día del mismo mes una hora más temprano.

El calendario gregoriano fue admitido rápidamente en España, Italia y Portugal; en el resto de países católicos, algo más tarde; en los estados protestantes de Alemania, en 1700; en Inglaterra, en 1752, y en Suecia un año después. Japón lo adoptó en 1863, y en Rusia, el gregoriano sustituyó al juliano en 1918. Grecia lo aceptó en 1923, así como las demás comunidades de religión ortodoxa.


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