La Bruja De La Huasteca

La Bruja de la Huasteca

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La Región Huasteca (Cuextecapan en náhuatl) es una región en México que comprende el norte de Veracruz, el sur de Tamaulipas, el sureste de San Luis Potosí, el norte del Puebla, el este de Hidalgo; en mucho menor medida comprende algunas zonas del Querétaro y de Guanajuato.

Hablaban una lengua de origen mayense, de la que desciende el idioma huasteco actual. El pueblo huasteco, descendientes de la antigua civilización, casi desaparece con la Conquista española; pero algunos de sus descendientes continúan viviendo en la región que históricamente habitaron sus antepasados.

El nombre huasteco se deriva del vocablo náhuatl cuextécatl, que tiene dos posibles acepciones: de cuachalolotl “caracol pequeño o caracolillo”, o de huaxitl, “guaje”, que es una pequeña leguminosa.

Las prácticas religiosas huastecas giran en torno de la planta del maíz, así como sus condiciones de reproducción y de los trabajos que se requieren para cultivarla. Tradiciones Animistas y Nahuales son parte importante del folklore.

Leyenda

Corría el año 1877 y el pueblo de Tepetzintla era agobiado por una epidemia de viruela negra que acabó con la vida de 20,000 personas. Por tal motivo las autoridades de aquella época tomaron la decisión de quemar el pueblo entero junto con sus pobladores muertos y enfermos, después de la epidemia se fundaron dos pueblos Amellaly (hoy Tepetzintla) y Coopaltiquetl (hoy Copaltitla).

En este pueblo en la época de la revolución vivía una señora llamada Marcelina Luis Morales. Se decía que ella fue la única que sobrevivió a aquella epidemia de viruela y que fue además de las fundadoras del pueblo de Copaltitla.

Los habitantes del pueblo especulaban que la señora Marcelina era en realidad una bruja que se convertía en animal y que había matado a sus tres hijos pequeños de una forma horrible, se decía también que su esposo Don Macario Cruz Hermenegildo, era dominado por ella, ya que le daba brebajes para controlar su voluntad y tenerlo en un aletargamiento permanente para influir en sus decisiones y hacerla ver hermosa ante sus ojos, aunque la realidad era otra.

La mujer era en realidad horrible, caminaba por las calles del pueblo causando la impresión y repulsión de la gente que la veía. Su aspecto era de una mujer delgada con grandes ojeras y piel blancuzca que dejaba ver unas venas azuladas; tenía uñas largas y sucias que parecían ser garras tanto de pies y manos. Su cabello era escaso y delgado, la calvicie dejaba ver un cuero cabelludo reseco y lleno de costras, el hedor que despedía al pasar era insoportable, a sudor y orines rancios que hacían que la gente se retirara de su camino, mientras ella caminaba lentamente y con altivez.

Los rumores de que en las cercanías del pueblo existía una bruja sanguinaria que chupaba la sangre de niños eran comunes. Ya había varias muertes inexplicables en las que niños recién nacidos o de corta edad amanecían muertos sin gota de sangre en sus pequeños cuerpos.

Testigos afirmaban que era un ser alado el que acechaba a los habitantes y las casas, ya que se escuchaba el batir de alas y graznidos escalofriantes en la noche. La leyenda cuenta que Doña Marcelina se trasformaba en algún tipo de bestia alada y era la responsable de estos crímenes.

Ella vivía en un jacal en medio del monte, rodeado de árboles frondosos que no dejaban pasar la luz y transformaban el entorno en obscuridad desde muy temprano. Junto al jacal existía un pozo profundo en donde cada media noche la mujer realizaba un extraño ritual, en el que “purificaba” con aguardiente salido de su boca y sahumeriaba con copal todo el lugar. La nube de vapores raros inundaba todo alrededor, mientras realizaba oraciones en lenguajes incomprensibles y llamamientos a las huestes infernales que gobernaban en la obscuridad.

Después de los primeros rezos, encendía una hoguera por la cual cruzaba de lado a otro mientras repetía los nombres malditos de varios demonios a los cuales les imploraba poder. Luego de un rato se sentaba y de una vasija hecha de lodo y cenizas, sacaba una mezcla de cenizas húmedas, tierra y yerbas que se untaba en todo el cuerpo hasta las rodillas. Entonces empezaba la transformación.

Primero se dislocaba las rodillas y los pies para posteriormente quitárselos, su cuerpo comenzaba a tener convulsiones y dolores terribles que eran soportados en aras de poder transformarse, tirada en la tierra la mujer comenzaba a cambiar su rostro se ponía negro y la piel se le ennegrecía de la misma forma.

Después de un rato los huesos del rostro comenzaban a quebrarse para deformar su nariz y boca la cual le comenzaba a crecer al igual que sus dientes, hasta quedar un hocico y una larga lengua que babeaba azufre, sus manos se alargaban y de las piernas mutiladas surgían extremidades con garras y membranas entre ellas que le daban un aspecto aun más siniestro, para terminar con la transformación; de su espalda los huesos se le quebraban y la piel comenzaba a romperse sangrando copiosamente y de una forma violenta salían un par de alas negras y gigantescas que le cubrían todo el cuerpo.

Seguido de esto lanzaba un rugido encolerizado y hambriento y se lanzaba a los cielos en forma silenciosa. Ahí comenzaba su ataque y acecho en las comunidades cercanas a Coopaltitlan. Tenía sentidos agudizados para oler la sangre de los niños y las personas heridas a grandes distancias. La sed de sangre de la bruja, era incontenible y mientras lanzaba un hechizo para provocar somnolencia y que los mayores durmieran profundamente, entraba a los jacales y con una larga lengua succionaba sangre y vísceras de los infortunados niños. Se decía que el hambre era tal que en una noche podría matar entre tres y cuatro niños.

Le llevaba toda la noche hacerlo y regresaba por la madrugada antes de los primeros rayos del sol. Para transformarse de nuevo en persona y colocarse los pies y las pantorrillas.

La gente a pesar de las sospechas de la señora Marcelina, no se acercaban por temor, se decía que también mataba adultos mientras estos caminaban por las veredas a obscuras o dormidos en sus jacales. La gente comenzó a tener una psicosis y el terror invadió toda la región, que a pesar de tomar precauciones los asesinatos continuaban y en mayor medida.

La gravedad del asunto era tal que casi estuvo a punto de terminar con todos los niños de la región. Pero la suerte no le duró mucho y una noche su marido Don Macario regresaba sin avisar, había ido a un baile en la comunidad de San Juan y a su regreso quiso darle una sorpresa a su mujer, escondido entre las milpas, se acercó sigilosamente a su casa. Viendo que estaban encendidas las luces de los quinqués supuso que su mujer estaría despierta. Brincando la cerca de otate se asomó por la ventana, no estaba. Entonces vio que había una gran hoguera en el patio y caminó lentamente y sin hacer ruido para ver que estaba haciendo su mujer, el fuego le iluminó su rostro sonriente el cual se esfumó para dar paso a una mueca de asombro y miedo; al ver la transformación de su mujer. Sus ojos no daban crédito a lo que veían, entonces comprendió y ató cabos en su mente, todos los rumores que se decían de su mujer eran ciertos, por primera vez pudo ver la verdadera cara de su “vieja”. Descubrió que ella era aquel ser tan temido y odiado que acechaba la región, atemorizando a casi toda la sierra y que tantos crímenes y males había hecho.

Entonces el velo que nublaba su entendimiento de esfumó y la verdad le pegó en el rostro, su mujer había matado a sus tres pequeños hijos, su propia madre había desangrado y devorado a sus crías hasta matarlos en una horrible muerte. Sintió que la odiaba, quiso salir y matarla con sus propias manos, pero al ver el horripilante ser y el poder que tenia, sintió temor por su vida. Así que esperó pacientemente hasta que se fuera y se perdiera en la noche.

Al irse Macario se derrumbó y comenzó a llorar desconsoladamente abrazando un morral que contenía la ropa y un pequeño sombrero que habían pertenecido a sus hijos. Se quedó un buen rato con la mirada perdida y doliéndose amargamente, tratando de entender como la mujer que había sufrido la pérdida de sus hijos era la misma que les había dado una terrible muerte.

Sintiendo un odio irracional se levantó y fue a donde estaban las extremidades que se había quitado su esposa. las guardó en un costal y salió a lomo de caballo hacia un cerro en la sierra de Kotontoctepetl. Allí en una cañada las enterró y regresó a su casa a prenderle fuego. Al rayar el alba la bruja regresó y al darse cuenta de que su casa se estaba incendiando y las piernas no estaban, le entró la desesperación.
Y comenzó a buscar sus extremidades y mientras amanecía se comenzó a transformar recuperando su forma humana, la cual estaba sin pantorrillas ni pies. Su aspecto no fue del todo humano, quizás por la falta de piernas, conservó el siniestro aspecto animal.

Emitiendo gruñidos y arrastrándose en el piso, quiso aferrarse a las piernas de Macario el cual al verla la comenzó a patear con odio y repulsión, hasta cansarse. Montó en su caballo y abandonó a lo que quedaba de su mujer, la cual sufrió el tormento de quedar mutilada y deforme, hasta que murió. Se dice que su alma maldita vaga por los montes y los pueblos cercanos a Tepetzintla, dicen algunas personas que toma posesión de brujos en las épocas de primavera al inicio del calendario indígena, para seguir haciendo el mal a la humanidad por toda la eternidad.


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