Allan Kardec (seudónimo de Hippolyte Léon Denizard Rivail, Lyon, 3 de octubre de 1804 – París, 31 de marzo de 1869) fue un traductor, profesor, filósofo y escritor francés, considerado el sistematizador de la doctrina llamada espiritismo.
Espiritismo
La primera vez que tenemos contacto con el espiritismo hay un nombre que inmediatamente llama nuestra atención: Allan Kardec. ¿Es un ser divino, un predicador, el fundador de una secta con miles de seguidores?
Hoy vamos a aclarar algunas de estas ideas.
En primer lugar, hagamos un pequeño esfuerzo de imaginación. Estamos en París, 1850. Es la época del segundo Imperio en Francia.
Imaginemos a un hombre de 50 años, un famoso educador y especialista en temas de lingüística, ciencias y matemáticas. Varias generaciones de niños estudiaron con manuales de gramática que él escribió. Un hombre reconocido por su trabajo en los círculos intelectuales más importantes de Francia.
Cercano a varios de los científicos más famosos de su época, era considerado un estudioso de juicio crítico, que sometía todo al análisis de la razón. Heredero del movimiento de la Ilustración, que le dio forma al mundo moderno. Fue alumno de Pestalozzi, pedagogo fundamental en la formación de hombres de ciencia y letras del siglo XIX. En pocas palabras, nuestro personaje era el modelo del hombre de ciencia de su época. Su nombre: Hippollite Leon Denizard Rivail.
No se llamaba Allan Kardec. Ese nombre lo utilizó posteriormente, como veremos más adelante.
En 1854, un hecho fortuito llevó a Hippolite a interesarse por temas alejados de los estudios académicos: la proliferación de los fenómenos conocidos como “mesas giratorias”. Su postura era más bien escéptica. No creía que un objeto “pensara” por voluntad propia. Más tarde, un amigo le planteó una posibilidad: que esos fenómenos fueran provocados por espíritus. La curiosidad de Hippollite no pudo resistir la tentación y decidió investigar el misterio.
Hippollite asistía regularmente a las sesiones de la familia Baudin. Fue ahí donde realizó sus primeras anotaciones y, posteriormente, formuló preguntas acerca de los temas que trataban lo espíritus en sus comunicaciones.
Más adelante, sus amigos le entregaron 50 cuadernos llenos de comunicaciones para que los revisara. Hippollite decidió estudiarlos, cotejarlos y ordenarlos según el método que había aplicado en las reuniones con la familia Baudin. Mientras llevaba a cabo esta labor, recibió una comunicación de un espíritu: le aclaró la importancia de su trabajo y le reveló que su nombre, en una encarnación previa, era Allan Kardec.
Método Kardec
Kardec usa un método racional y científico para estudiar las comunicaciones de los espíritus. Primero las organiza y clasifica por temas. Después identifica las coincidencias. Para profundizar en el tema, elabora una serie de preguntas y las envía por correo a los centros espíritas de varios países, donde se plantean las preguntas a los espíritus. Kardec analiza las respuestas y las integra a su trabajo si hay coincidencias. De esta manera, profundiza en el conocimiento de las leyes que rigen al mundo espiritual. Por eso se le conoce como el codificador de la doctrina espírita.
Después de un arduo trabajo, siguiendo un método científico, estructuró El libro de los espíritus, que se publicó el 18 de abril de 1857 y fue firmado por Allan Kardec.
Las reacciones del público conservador no se hicieron esperar. Sin embargo, a pesar de los ataques, Kardec se concentró en su trabajo. A lo largo de 12 años se consolidó como la figura más importante en el estudio del espiritismo. Publicó otros 4 libros fundamentales: El libro de los médiums, El Evangelio según el espiritismo, El Cielo y el Infierno, La Génesis.
Allan Kardec desencarnó en París el 31 de marzo de 1869.
Allan Kardec fue un hombre de su época. Abordó el tema de los espíritus desde una profunda racionalidad. Ordenó y analizó miles de comunicaciones. Ese trabajo quedó plasmado en las obras fundamentales de la doctrina espírita. Estos libros son la guía para la práctica del espiritismo. En sus escritos, plantea la reencarnación como el mecanismo para crecer espiritualmente y acercarnos a la divinidad.
El éxito de El libro de los espíritus propició la fundación de la Revue Spirite y la constitución formal, en 1858, de la Sociedad de Estudios Espiritistas de París, que Rivail presidiría hasta su muerte.
Su «espíritu protector» le había informado que en una existencia previa, en el tiempo de los druidas, ambos se habían conocido en la Galia y él se llamaba «Allan Kardec». El libro de los espíritus fue el primer trabajo en que el autor sustituyó por este su nombre real, y el acta de nacimiento del espiritismo latino que, a diferencia del anglosajón, defiende el supuesto reencarnacionista, particularmente como explicación del origen de las desigualdades entre los hombres, con frecuencia aparentemente injustas.
Las principales entre las obras aludidas fueron: El libro de los médiums (1860), Qué es el espiritismo (1862), El Evangelio según el espiritismo (1864), El Cielo y el Infierno o la justicia divina según el espiritismo (1865), La génesis, los milagros y las profecías según el espiritismo (1867). Han aparecido, asimismo, ediciones póstumas.
Es interesante que las exposiciones de Allan Kardec viesen la luz en años próximos a los de la aparición de obras como Manifiesto del Partido Comunista (de Karl Marx y Friedrich Engels) o El origen de las especies (de Charles Darwin), mientras se asistía al momento de esplendor del positivismo y el materialismo filosóficos y científicos.
En relación con el primero, Allan Kardec presentó su «nueva doctrina filosófica» como respondiendo «a las aspiraciones del hombre respecto del porvenir; pero como apoya la teoría de este en bases positivas y racionales, se amolda al espíritu positivista del siglo», haciendo «sus prosélitos precisamente en la clase ilustrada, y esto en todos los países del mundo».
En cuanto al segundo, la coincidencia del espiritismo con la Iglesia católica en su oposición al materialismo, así como en la moral centrada en la caridad, le hacían incomprensible la por otra parte coherente condena doctrinal de Roma, formalizada en la inclusión, en 1864, de las obras de Kardec en el entonces vigente Índice de libros prohibidos. El rechazo eclesiástico ya había dado lugar, por ejemplo, a la quema de 300 libros espiritistas llevada a cabo en 1861 en Barcelona, tras haber sido confiscados por el obispo de esta diócesis a través del Santo Oficio.
El espiritismo es la prueba patente de la existencia del alma, de su individualidad después de la muerte, de su inmortalidad y de su suerte verdadera; es, pues, la destrucción del materialismo, no con razonamiento, sino con hechos.
Allan Kardec